miércoles, 14 de noviembre de 2012

Derechos de autor.





En 1922, F.W. Murnau estrenó su película, Norferatu, que no sólo es una de las grandes películas de la historia del cine, sino una de las mejores (por no decir la mejor) adaptaciones cinematográficas de la novela de Bram Stocker, Drácula.
Pero la viuda del escritor no lo vio así y denunció a Murnau por plagio.
Al parecer, Murnau no pudo pagar (o no quiso) los derechos de adaptación de la novela del escritor británico, e incluso se anticipó, en un intento de zafarse de la acusación que más tarde vertería sobre su película la viuda de Stocker, llamando al protagonista de su film “Conde Orlok” en lugar de “Conde Drácula”, pero eso no le salvó y la justicia falló a favor de la viuda del escritor. En la sentencia, el juez  incluyó la orden de destruir todas las copias existentes del film así como la prohibición de su exhibición en salas comerciales.
Si alguien no siente un escalofrío ante este descomunal disparate, quizá es mejor que no continúe leyendo.
Hay algo decididamente siniestro y equivocado en el hecho de que la propiedad intelectual sea una mercancía que se puede vender, comprar y heredar, como una casa o un dinero en el banco. A fin de cuentas estamos hablando de ideas y ¿Qué es una idea? ¿De dónde salen las ideas?
Nuestra sociedad considera que las ideas originales tienen un valor y que aquellos que las han tenido tienen el derecho a aprovecharse de ello. Así pues, tanto si se trata de la patente de un invento como de una obra artística, se entiende que esas personas tienen derecho a recaudar el dinero que sus ideas produzcan, pero ¿de dónde han salido esas ideas? Imaginemos, por ejemplo, a un ingeniero que inventa un nuevo tipo de sistema de frenos para el automóvil, lo patenta y gana dinero cada vez que este nuevo sistema se fabrica. Indudablemente han sido sus esfuerzos los que han servido para desarrollar ese nuevo sistema de frenos ¿o no ha sido así?
Los seres humanos somos unos animales muy interesantes. Cualquier especie animal salvaje cuyo entorno vital cambie, va a necesitar evolucionar para adaptarse a esas nuevas condiciones si no quiere extinguirse. El ser humano ha desarrollado la inteligencia, que no es otra cosa que la capacidad de alterar ese entorno en el que vive para adaptarlo a sus necesidades, ya no necesita cambiar: si hace demasiado frío inventa ropas de abrigo, refugios complejos y sistemas de calefacción; si una tierra no tiene las condiciones de producir cultivos para alimentarse, pueden exportarlos de otro sitio o fabricar invernaderos o cambiar el terreno para que sea adecuado. Pero aún hay más: a diferencia de los animales salvajes, el ser humano se beneficia de la experiencia previa de generaciones anteriores; si cada vez somos capaces de realizar avances científicos, arquitectónicos y  sociales más complejos, es porque acumulamos  el conocimiento de los que nos precedieron y podemos continuar sus obras allí donde ellos las dejaron.
De modo que, nuestro inventor del sistema de frenos, el que cobra de su patente y se beneficia de “su idea”, consiguió desarrollar su invento gracias a todos los inventores anteriores de sistemas de freno que le precedieron, incluyendo el primer tipo que se dio cuenta de que podía poner una piedra delante de la rueda que, acabada de inventar, era muy útil para mover mercancías de un lado a otro pero que también hacía del rudimentario carro un objeto peligroso si se dejaba en un plano inclinado (cuantas cosas estaban descubriendo nuestros antepasados que ahora damos por hechas…).
Bram Stocker escribió Drácula, pero se basó en acontecimientos históricos y en las historias de vampiros que la tradición popular había estado contando durante generaciones antes que él, y sin pagar un céntimo por ello.
Pero en realidad me estoy yendo por las ramas porque, en definitiva, esto no va de Bram Stocker, de quien yo opino, tenía todo el derecho de decidir qué es lo que se tenía o no que hacer con su obra. Fue su viuda la que denunció a Murnau, y para mi, ese es el eje del problema que yo veo.
Los que leemos comics de superhéroes estamos acostumbrados a la circunstancia de que la mayor parte de los personajes sobre los que leemos no pertenezcan a las personas que los crearon.  Superman no es propiedad de Jerry Seagle y Joe Shuster (Las personas que se lo inventaron) sino de Warner Entertaiment, los propietarios legales del personaje, por que el dibujante y el escritor que crearon a Superman, lo hicieron bajo circunstancias contractuales muy especificas, bajo las cuales todos los derechos acerca del personaje pertenecían a la compañía en la que estaban trabajando.
Las leyes de protección de la propiedad intelectual no sirven para proteger la propiedad intelectual, porque no sirvieron para proteger a Jerry Siegel y Joe Shuster, que fueron los que tuvieron la idea, ni a Stan Lee y Steve Ditko, que fueron los creadores de Spiderman. Estas leyes se crearon cuando alguien debió darse cuenta de que las ideas eran algo muy poderoso y valioso, de modo que, si se podían comprar barcos, casas, extensiones de terreno o mercancías ¿Por qué no hacer lo mismo con las ideas?
En mi humilde opinión, hasta cierto punto, Bram Stocker tenía todo el derecho a decidir si quería que Murnau hiciera una película sobre su novela y a cobrar dinero por ello, pero no su viuda, que no había tenido nada que ver con la redacción de Drácula (al menos que sepamos), del mismo modo, esas supuestas leyes deberían servir, precisamente, para haber protegido a Seagle y Shuster, independientemente de lo que hubiesen firmado, y que la propiedad de Superman hubiera sido indiscutiblemente suya porque a ellos se les ocurrió el personaje.
Y también deberían haber servido para proteger la magnífica obra de Murnau. Puedo entender una sentencia que obligara al director a pagar a la viuda de Stocker un alto porcentaje por cada moneda que recaudara la película, pero destruir las copias… prohibir su exhibición… de una obra tan sobresaliente… Eso si que es un crimen.



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