viernes, 23 de noviembre de 2012

Dexter, el superhéroe.






Me refiero a la serie de televisión  de 2006 creada para Showtime y protagonizada por Michael C. Hall, basada en las novelas de Jeff Lindsay.
Para el que no la conozca, narra las aventuras de un asesino en serie que trabaja como forense para la policía de Miami.

Valoraciones generales aparte, en Dexter se ha de reconocer la habilidad de sus creadores para conseguir que un personaje tan desagradable (un asesino psicópata) nos resulte lo  suficientemente simpático como para engancharnos a la pantalla para saber que sucede con su vida episodio tras episodio. Es en esta particularidad en la que quiero centrarme, porque sirve para apoyar el argumento de la cabecera del artículo.
Seguramente los creadores de Dexter (tanto literaria como televisivamente) no se han basado en los comics de superhéroes para dar sentido a su personaje, pero sí que han llegado a las mismas conclusiones que, por ejemplo, aquellos creadores que se han dedicado a dotar de sentido a Batman, Superman, Spiderman u otros personajes similares a lo largo de sus andaduras particulares.

Para empezar, si Dexter no resulta un individuo demasiado desagradable (en una obra de ficción, se entiende que alguien así, en la vida real, nos parecería muy distinto), es porque sus víctimas son siempre culpables. De algún modo, como cualquier justiciero al uso, Dexter ayuda a su comunidad eliminando a ciertos elementos perjudiciales para ella. Se asegura que sus víctimas son culpables (son asesinos como él mismo), y entonces los captura, los asesina y los hace desaparecer. La actitud de Dexter es incluso bondadosa en momentos cotidianos, utilizando su astucia para ayudar a su hermana policía a ascender en la comisaría o encargándose de una forma poco convencional de los problemas de su novia.

Para llevar a cabo estas acciones de justiciero, Dexter no tiene otro remedio que actuar de la misma forma que lo hacen Superman o Batman, esto es, llevando una doble vida. Aunque Dexter no lleva ningún disfraz de colores, lo que si lleva es un disfraz psicológico con el que se oculta de todas aquellas personas que lo conocen y que no sospechan a que se dedica por las noches. Para engañar a los demás y proteger su actividad criminal, Dexter finge ser completamente distinto a como es en realidad, justo como Superman cuando finge ser Clark Kent. Lo cierto es que el engaño de Superman y Kent no es, como se ha interpretado muchas veces, que unas simples gafas oculten un rostro hasta tales extremos, sino que la actitud pusilánime, tímida y apocada de Kent consigue que ninguno de sus conocidos sea capaz de imaginarse, ni por un momento, que tienen delante al hombre mas poderoso de la tierra.
Eso mismo hace Dexter, es un chico agradable, bondadoso y simpático ¿Quién podría pensar que es un asesino en serie?

Uno de los argumentos recurrentes de la serie es la posibilidad de ser descubierto, de que su secreto salga a la luz. Esto es algo que sucede constantemente en los comics de superhéroes: Spiderman, Daredevil,  Superman… en cierto momento de la vida literaria del hombre de acero, la amenaza de que Lois Lane consiguiera descubrir su identidad secreta primaba por encima de la lucha contra el mal como argumento que interesara a los lectores.
Como los superhéroes y justicieros, Dexter posee también capacidades que le permiten llevar a cabo sus actividades con éxito. Es un gran detective, un experto en anatomía y en procedimientos forenses; es hábil capturando y sometiendo a sus víctimas e incluso tiene un método propio para asesinarlas y hacerlas desaparecer. La cosa, en la serie, se hace tan teatral, que incluso adquiere su propia iconografía de poder: si los justicieros de los comics poseen su propia iconografía: el murciélago, la bandera americana, la araña o incluso el diablo, para Dexter es la sangre (se supone que es hematólogo de profesión). La cosa va a tanto que llega a decir en muchas ocasiones que “la sangre le habla”, colecciona como trofeo una muestra de sangre de sus víctimas y es la sangre la que adquiere una importancia literaria en sus aventuras: la abundancia de ella o la falta de la misma; de hecho su “nacimiento” como asesino en serie tiene lugar en una escena del crimen, rodeado de sangre.

Dexter tiene también (dentro de su teatralidad) su propio ritual para perpetrar sus asesinatos: el papel film para sujetar a su víctima, el corte en la mejilla para conseguir la sangre que luego será su trofeo, el mostrar a la victima fotografías de las personas que ha asesinado, hacerles confesar, establecer un instante de sinceridad absoluta entre él y su víctima… El espectador ya sabe lo que va a pasar, a base de ver una y otra vez el mismo ritual, en ese momento, del mismo modo que sabemos cómo va a hacer Batman su entrada o su salida ondeando su capa como si de verdad fuera un murciélago o como va a dejar  Spiderman colgados a los maleantes derrotados tras una pelea, colgados del techo en un amasijo de telaraña, listos para que los encuentre la policía.
Incluso disfruta de adversarios especialmente caracterizados que, además de ser capaces de hacerle daño físicamente, pueden llegar a dañarlo emocionalmente. Es el caso del “villano” de la primera temporada ( del cual no voy a hablar demasiado por si alguien no la ha visto). No se trata solamente de un asesino al que Dexter ha de matar, es su némesis, un enemigo que tiene que ver con él mismo mucho más de lo que podría aventurarse en un principio (lo mismo sucede en la segunda y tercera temporada, donde se le atribuye una amante y un amigo, respectivamente, siendo realmente adversarios terribles por que pueden dañarle, no físicamente, sino de forma emocional).

Pero lo que probablemente lo sitúa a la par de cualquier superhéroe tradicional con mayor fuerza, es que siempre gana. Sus actos, aunque tienen consecuencias, nunca son las que tendrían que ser. Siempre se sale de rositas eludiendo la responsabilidad de su conducta criminal como los justicieros, que son al fin y al cabo vigilantes sin autorización legal para ejercer su particular justicia, consiguen una y otra vez.

Me imagino que muchos pensareis que, al contrario que muchos superhéroes, Dexter no se puede considerar, precisamente, un modelo moral a seguir (Que no es como para darle un comic de Dexter a un niño para que se entretenga y aprenda de paso aprenda a ser más cívico) (¿Existen cómics de Dexter?), pero si lo piensas ¿vestirse de murciélago y pegarle a la gente es un ejemplo a seguir? Por favor…

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