miércoles, 12 de diciembre de 2012

De los Cuatro Fantásticos a Watchmen.


Los estudiosos del comic norteamericano suelen señalar la llegada de los Cuatro Fantásticos como una revolución dentro del género de superhéroes, un antes y un después con respecto a todo cuanto se había visto hasta entonces, además de una gran obra en sí misma que se tardaría mucho en superar (Realmente estoy de acuerdo en eso).

 A menudo se señala que, para empezar, los Cuatro Fantásticos no eran un grupo de superhéroes normal y corriente: no tenían identidad secreta, llevaban todos el mismo disfraz y sus historias estaban llenas de conflictos personales. Hoy en día es una cosa habitual que los protagonistas de una historia de aventuras tengan problemas que resolver distintos a los que se derivan de sus objetivos como héroes o heroínas (Detener al villano, salvar al mundo, desactivar una bomba… ese tipo de cosas), las historias suelen incluir un interés romántico, problemas de relación con otros personajes, conflictos no superados y otros detalles acordes a nuestra propia vida cotidiana. Se entiende que, ya que en la realidad todos tenemos muchos más problemas que simplemente los que proceden de realizar nuestro trabajo, para ser verosímiles los personajes de ficción han de ser igual. Pero al parecer, antes de la llegada de los Cuatro fantásticos, no era así. Los superhéroes no tenían más problemas que los quebraderos de cabeza que les causara el villano de turno o la dificultad que procedía de proteger a cualquier precio sus identidades secretas.

Pero aunque esto es verdad (Y fue todavía más importante en el caso de Spiderman) pocas veces se señala que existía otra característica en los Cuatro Fantásticos que superaba (y en cierto modo aún hoy supera) a la que pudiera existir en cualquier otro superhéroe creado hasta ahora.

La historia de Los Cuatro Fantásticos narra cómo cuatro personas (Reed, Sue, Ben y Johnny), en su mayor parte familia (Sue y Johnny son hermanos y Reed es la pareja de Sue), se suben a una nave espacial para realizar un viaje a la luna (O a Marte, dependiendo que traducción leas). Cuando están saliendo de la tierra chocan con el cinturón de rayos cósmicos que rodea nuestro planeta y se estrellan contra la Tierra. Al llegar al suelo, descubren que los rayos cósmicos les han proporcionado fantásticos poderes, así que deciden utilizar esos poderes para ayudar a la humanidad.

A partir de entonces se cuenta, además de los enfrentamientos con una imaginativa galería de adversarios, que Reed es un científico obsesivo con su trabajo, altruista hasta el desmayo y que siempre tiene la solución a cualquier problema; que Sue es una persona intuitiva y valerosa y que se siente como una madre protectora con el resto del equipo; que Ben tiene un gran corazón pero al mismo tiempo es depresivo y autocompasivo; y que Johnny es impulsivo y bromista y quiere a Ben por encima de los demás, lo que demuestra gastándole las bromas más pesadas que se le ocurren. 

Y ahí es donde está la principal revolución que surge de los Cuatro Fantásticos, algo que hasta entonces no se había visto en los comics de superhéroes, algo que solamente se puede denominar como madurez argumental. Resulta que hasta el momento los superhéroes habían sido un disfraz y unos poderes. Salvo en los casos de Superman y Batman (personajes algo más complejos y maduros) no tenía demasiada importancia quien llevara el anillo de Green Lantern. Lo realmente importante era el disfraz y los poderes (y en la década de los 60 el genial contexto de ciencia ficción que le atribuyeron). De ese modo, cuando fue necesario renovar al personaje, el anillo pasó de ser llevado por  Alan Scott (en los 40),  a Hal Jordan (en los 60 y más adelante), John Stewar en los 70 y luego Guy Gardner y Kyle Rayner. Lo mismo ha sucedido con Flash. Primero fue Jay Garrick, luego Barry Allen y después Wally West. Tal vez Bart Allen vista el traje escarlata cuando Wally deje de ser un personaje que interese a los lectores y haya que renovarlo.
Pero esto no sucede con los Cuatro Fantásticos. Realmente no tiene ninguna importancia los poderes que tengan (aunque formen parte de sus aventuras), podrían tener otros distintos y seguirían siendo ellos mismos. La esencia de los Cuatro Fantásticos es, precisamente, lo que son sin tener sus poderes especiales (aunque es una condición indispensable que Ben tenga un aspecto monstruoso).

Imaginad por un momento que el accidente con los rayos cósmicos hubiera dado a Reed, no la capacidad de estirar su cuerpo, sino la de mover objetos con la mente; que Ben, en lugar de convertirse en un monstruo de aspecto rocoso, se hubiese transformado en una suerte de hombre dinosaurio; que en lugar de adquirir la capacidad de producir llamas desde su carne, Johnny hubiera adquirido el poder de moverse a supervelocidad; y que Sue, en lugar de adquirir el poder de hacerse invisible, hubiera adquirido la facultad de crecer o disminuir de tamaño a voluntad. Evidentemente no realizarían sus proezas heroicas de la misma forma, pero seguirían siendo los mismos personajes, con sus conflictos y problemas.

La letanía habitual de Stan Lee sobre “superhéroes con superproblemas” y “superhéroes con pies de barro” no es mas que una mirada  miope ante el potencial  de su propia creación. A decir verdad, Stan Lee y Jack Kirby no estaban creando un nuevo tipo de superhéroe, sino que estaban dando a sus personajes una dimensión más madura propia de lectores más exigentes que los niños a los que el género iba dedicado originalmente.



La siguiente revolución vendría entonces unos diez años después, en el comic X-Men.
Aunque X-Men había sido creado en la misma década que los Cuatro fantásticos, no fue hasta los años 70 que alcanzó el potencial argumental que realmente tenía. Los personajes del comic original no tuvieron, al parecer, el mismo atractivo que los Cuatro fantásticos y nunca fueron un título de éxito, pero en los 70 el reparto de personajes fue renovado por un grupo mucho más carismático (Y mucho más comercial). Exactamente como en el caso de los Cuatro fantásticos, Wolverine, Colossus, Storm o Nightcrawler tenían una dimensión propia al margen de sus disfraces y superpoderes (aunque, tal y como corresponde a la era del diseño, fueran estos mucho más importantes de lo que lo fueron en su momento para los Cuatro Fantásticos). 

Gracias al esfuerzo del guionista Chris Claremont y los dibujantes Dave Cockrum y John Byrne, se presentó a un reparto de personajes con sus propias idiosincrasias, sus propios conflictos y sus problemas al relacionarse, como en su día los Cuatro fantásticos, pero eso era solamente el principio. Por primera vez en la historia del género los personajes cambiaban, evolucionaban. Wolverine pasaba de ser un pendenciero  de mal carácter a relacionarse con una niña de trece años (Kitty Pryde), en una correlación parecida a la de padre e hija; Storm pasaba de ser una defensora de la vida, espiritual y profunda, a vestir pieles de animales, cortarse el cabello a la moda punk y tener una actitud mucho más beligerante; Colossus podía pasar de ser el novio perfecto, fiel y dulce, a enamorarse de otra mujer y romper con Kitty, haciéndoselo pasar realmente mal.

A este tipo de personajes, en literatura, se denomina  “personajes redondos” y significa que, en el transcurso de la historia, el personaje cambia y evoluciona del mismo modo que sucede en la realidad durante la vida de las personas. Hasta entonces, los superhéroes de los comics habían sido en su mayoría personajes planos. Es decir, que pasara lo que pasara en su vida siempre eran iguales, inmutables.

Esto es un problema en el mundo de los superhéroes, por que en principio están pensados para ser siempre iguales, de forma que funcionen como franquicia produciendo dividendos a lo largo de sus lucrativas andaduras. Los esfuerzos por hacer que Spiderman funcionara como un personaje redondo dieron muy buenos frutos. Contemplamos como pasaba de estudiar en el instituto a la universidad, como iba de una novia a otra, incluso con trágicas consecuencias en el caso de Gwen Stacy y finalmente, se casaba con Mary Jane. Incluso como cambiaba una temporada de uniforme. Pero el personaje debía permanecer inmutable pese a todo si quería seguir siendo el mismo que había originado la franquicia. Por eso pasó todo aquello de la guerra del clon y que un clon de sí mismo (O lo que sea) lo sustituyera durante un tiempo.

Superman, probablemente uno de los superhéroes más planos de todos, recibió muy mal los esfuerzos por hacerlo un personaje redondo. No funcionó que se casará con Lois Lane ni que cambiara de uniforme y poderes durante un tiempo, o que se dejara el pelo largo, ni tan solo que lo mataran (De mentirijillas). Lo único que funcionó fue que lo dejaran exactamente como estaba, icónico e inmutable, como siempre ha sido.
Una década después de la llegada del nuevo equipo de X-Men se daría otra revolución que pasaría en cierto modo desapercibida en un género como el comic de superhéroes, cuya naturaleza consiste precisamente en todo lo contrario.



Me refiero a la llegada de Watchmen.
Se ha hablado mucho de lo que significó este comic para el género de superhéroes por muchos factores que ahora mismo no vamos a repetir aquí, pero un detalle pasó seguramente desapercibido frente a todos los demás ricos matices de la obra (también muy importantes) pero que al mismo tiempo constituye la tercera revolución que estamos buscando.

Me estoy refiriendo a que los personajes de Watchmen presentan las dos características que anteriormente hemos señalado que introdujeron los Cuatro fantásticos y los X-Men: primero el peso del personaje por encima de los detalles de su uniforme y poderes, el valor como personajes en sí mismos; luego el ser redondos, la capacidad para cambiar y evolucionar a lo largo de la historia. Pero en Watchmen, además, se daba una tercera condición que hasta ahora se había visto poco o nada dentro de los comics de superhéroes, la temporalidad.

La historia narrada en Watchmen abarca desde los años treinta hasta los ochenta y está debidamente situada en los acontecimientos históricos que tuvieron lugar mientras tanto, como la segunda guerra mundial, la guerra de Viet Nam, el asesinato de Kennedy, la subida al poder de Nixon o de Fidel Castro en Cuba. Los superhéroes muy rara vez envejecen, tienen hijos que crezcan o se relacionan con los acontecimientos históricos de la realidad. Superman tendrá siempre alrededor de treinta años (Salvo en aquellas historias “imaginarias” en las que se habla del futuro) y personajes que comenzaron sus andaduras siendo adolescentes (Como Spiderman o Dick Grayson) han acabado alcanzando una edad simbólica de treinta y pocos y quedándose allí; Los hijos de superhéroes, como Franklin Richards, han crecido unos ocho años de edad en treinta años de historias. Otros, como Rachel Summers, han viajado como bebés al futuro para regresar adultas al presente porque esa era la única forma de que crecieran en edad en el universo de superhéroes en el que vivían. Y en cuanto a los acontecimientos históricos, es posible que la Segunda Guerra Mundial marcara a toda una generación de superhéroes en los años cuarenta, pero el único superhéroe relacionado con la guerra del Viet Nam es Punisher, que regresó de la misma como veterano una vez se hubo acabado (una vez que la guerra fue historia pasada) a pesar de que personajes como el Capitán América, Spiderman, Batman o Green Lantern vivieran sus aventuras al mismo tiempo que dicha guerra tenía lugar.

Pero tanto si los personajes son planos o redondos, tanto si envejecen con el transcurso del tiempo o permanecen con la misma edad como les sucede a los protagonistas de los Simpson y tanto si son unos poderes y un disfraz o tienen peso como personajes por sí mismos, la verdadera revolución argumental consiste en encontrar nuevos temas que tratar a la hora de contar historias. La lucha entre el bien y el mal, tan adecuada para un género como el de superhéroes, tan simbólico y lleno de metáforas, ha sido el tema principal en 70 años de historia. Si los autores que trabajan con este tipo de personaje no pretenden estancarse ¿no es acaso una buena idea que sean capaces de contar otro tipo de cosas?

2 comentarios:

  1. Además de decirte que me ha gustado el artículo. La verdad es que me has hecho pensar sobre un teoría que tengo sobre los personajes de DC y los personajes Marvel.

    Yo creo que los personajes de DC son planos, no cambian porque están más contemplados como "dioses modernos" son y siempre han sido igual, en cierta manera son arquetípicos y esto los convierte en inmutables. Además que en ciertas cuestiones, su planteamiento es tan, por decirlo de alguna manera puro, que cualquier cambio les afecta y lo convierten en otro personaje.

    Marvel parte de otro planteamiento, obviamente, y como dices y por hacer la coña con DC son "dioses urbanos" con debilidades, problemas y desde luego más mutables. Aunque también anclados en el tiempo, un poco.

    Desde luego en problema de plantear siempre el mismo personaje ya sea inmutable o con una eterna edad de 30 años, y que el tiempo pasa en el MundoReal™ no sé si será parte del problema de la Crisis, Reboots, números 1 cada n años o versiones modernas a lo Ultimate ;)

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  2. Gracias por dejar tu comentario.

    Desde luego, no eres el primero que cae en la cuenta de que algunos personajes de DC son arquetipos que hay que tratar como tales. El ilustrador Alex Ross decía que odiaba a los personajes de X-Men, precisamente por que carecían de ese aire de icono que si tenían los personajes de DC. Aun así, creo que todos los personajes de la edad de plata, sean de Marvel o DC, tienen ese aire de arquetipo, ya que en aquel entonces no se tenía por costumbre que los personajes fueran muy redondos. Quizá Spiderman sea una de las excepciones más claras, pero incluso el trepa muros funciona muy mal si evoluciona un poquito. Los personajes de los X-Men, que fueron creados en los 70, son otra cosa, como muy bien percibió Ross sin saber muy bien que era lo que le molestaba de esos personajes.

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